¿Qué se te viene a la mente cuando piensas en tu infancia? Para algunos fue una época de risas, juegos y mucho amor. Para otros, todo lo contrario.
Es probable que tu etapa de desarrollo estuvo marcada por muchas heridas. A lo mejor has aprendido a ocultarlas, pero siguen ahí.
¿Qué hacer con ellas?
En este artículo, exploraremos cómo las experiencias de la infancia moldean tu vida adulta y cómo puedes convertir las heridas del pasado en una oportunidad poderosa para crecer.
Tu Infancia Influye En Tu Salud Mental Presente
Un componente fundamental de tu salud mental se origina en la infancia. Específicamente, la relación que mantuviste con tus cuidadores primarios desempeña un papel enorme en cómo te percibes a ti mismo y tu entorno.
Las causas de una infancia difícil pueden variar y su impacto negativo puede ser duradero.
Un instrumento clínico conocido como ACE (Adverse Childhood Experiences, Experiencias Infantiles Adversas) señala que ciertas vivencias durante la infancia pueden aumentar la probabilidad de enfrentar traumas en la vida adulta.
El cuestionario ACE se implementó por primera vez en 1990 en California, bajo la supervisión de la compañía Kaiser Permanente.
Su objetivo principal consistía en identificar la relación entre la vivencia de traumas en la infancia y el desarrollo de enfermedades crónicas en la edad adulta. Los resultados mostraron una fuerte correlación entre ambas.
Algunas de las experiencias adversas más comunes que aparecen en el cuestionario incluyen:
Abuso físico, emocional o sexual,
Descuido por parte de los cuidadores
Violencia doméstica
Divorcio de los padres
Abuso de sustancias en la familia
Encarcelamiento de un miembro de la familia
Padecimiento de trastornos mentales en la familia.
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Tu pasado te explica pero no te define
Aunque haber sufrido estas experiencias durante la infancia conlleva un mayor riesgo de enfrentar enfermedades físicas y trastornos mentales en la edad adulta, no constituye una sentencia de muerte.
Pero, no abordar las heridas del pasado no implica que estas estén sanadas; simplemente significa que las has ignorado a propósito. Es posible que algunas de las experiencias vividas en el pasado hayan sido difíciles, y es natural querer evitar pensar en ellas.
Sin embargo, los seres humanos repetimos lo que no reparamos.
Si tu infancia se caracterizó por ser complicada, comparto contigo 3 pasos prácticos que puedes comenzar a hacer hoy.
1) Clarifica tus valores.
Hacerse preguntas autoexaminadoras es para tu salud mental lo que el ejercicio representa para la salud física.
Si deseas liberarte del peso del ayer y evitar que continúe definiendo tu presente y futuro, es esencial que te plantees las siguientes interrogantes:
1. ¿Cuáles son las virtudes que deseas que orienten tu vida?
2. ¿Qué te gustaría que las personas dijeran sobre ti el día de tu funeral?
3. ¿Qué tipo de persona aspiras a convertirte a largo plazo?
4. ¿Cómo te gustaría ser recordado(a)?
Aclarar tus valores actúa como la brújula moral que dirige tu vida.
No eliminará el sufrimiento, pero sí te indicará cómo afrontarlo de manera constructiva.
2) Cultiva auto compasión.
Tener compasión por uno mismo no equivale a sentir lástima. La lástima tiende a paralizar, mientras que la auto compasión opera de manera opuesta, reduciendo la intensidad del crítico interno que suele tomar la voz principal cuando estás atravesando un sufrimiento.
Es importante reflexionar sobre las áreas de tu vida en las que estás teniendo dificultades para avanzar.
Tal vez has desarrollado la costumbre de autodestruirte mediante tu diálogo interno.
¿Realmente te está beneficiando?
¿Está contribuyendo a tu crecimiento?
Imagina cómo sería si ese monólogo interior estuviera impregnado de compasión en lugar de ser un constante crítico.
3) Inicia el proceso de reparentarte
Reparentar implica reconocer las partes dentro de ti que aún no han sanado y, a partir de ahí, transformarte en el tipo de adulto que necesitabas en tu infancia.
Por ejemplo, es posible que cuando eras niño(a), te resultara difícil expresar emociones dolorosas como la tristeza o el enojo porque tu madre no podía lidiar con ver a su hijo(a) así.
Como resultado, aprendiste a complacerla reprimiendo esas emociones.
Hoy en día, cuando empiezas a sentir tristeza, una respuesta humana completamente natural a las desilusiones cotidianas en la vida, es posible que experimentes ataques de pánico debido a tu incapacidad para tolerar esa emoción.
En situaciones como esta, el proceso de reparentar consiste en convertirte en un adulto resiliente, capaz de manejar estas emociones en un niño o niña interior y otorgarte el permiso necesario para sentir y expresar estas emociones incómodas de manera saludable y adaptativa.
En mi labor como psicólogo, he tenido la oportunidad de presenciar cómo numerosas personas, a pesar de haber experimentado un pasado trágico, logran transformarse en individuos resilientes, liberados y satisfechos.
Estas personas han utilizado su pasado no como un motivo para albergar rencor y odio, sino como una lección sobre lo que no deben repetir en el futuro, tanto en relación consigo mismos como con sus seres queridos.
Este camino de transformación y crecimiento también es alcanzable para ti.
¡Es todo!
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